La arena política tiene una actividad intensa, cuando siquiera se ha convocado a las elecciones primarias. ¡Toda una distorsión!, porque la dinámica politiquera ha venido a desplazar el debate sobre la realidad nacional.

Es deplorable para Honduras, porque las finanzas no están sanas, el desempleo es creciente y la emigración está desencadenada, la convocatoria a un diálogo es un espejismo y la construcción de un plan de nación pasó a ser una “utopía”.

El proyecto de país es un imperativo que fue relegado a un segundo plano por discursos radicales entre quienes proclaman la defensa del poder popular en las calles y el desmontaje de la narcodictadura, y aquéllos que sostienen que en Honduras tenemos una réplica de los “excesos” cometidos en la gestión pasada.

Los mismos que hoy están en el poder calificaron el mandato de 12 años del Partido Nacional como “una dictadura”, pero su predicación y sus acciones se parecen mucho a la autocracia.

Muy lejos estamos de abrir las avenidas de un diálogo para consensuar un plan de nación y una visión de país y definir los esfuerzos conjuntos del sector público y de la empresa privada dirigidos a obtener un crecimiento económico mínimo de seis por ciento, crear al menos 120,000 empleos nuevos cada año, atraer al menos dos mil millones de dólares en inversión extranjera y garantizar servicios de calidad.

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La carrera política ha comenzado en un momento en que las instituciones partidarias están más vulnerables por la falta de liderazgo, las acusaciones de traición y el peso de la corrupción, lo que juega en contra de la democracia representativa-electoral.

En Libre, está declarada una lucha entre el bando oficialista y el sector que aparentemente reprocha el incumplimiento de las promesas de la campaña anterior. Es una contienda que muchos sospechan que no se llevará a efecto en un proceso comicial limpio.

En el seno del Partido Nacional, está latente el golpe que ha significado el veredicto de culpabilidad dictado al exmandatario, Juan Orlando Hernández, en un juicio en el que también fueron mencionados muchos de los miembros prominentes de la institución de la estrella solitaria.

Y el liberalismo sigue en parálisis y está agotado por la separación entre el organismo de gobierno partidario y los diputados, los pactos a oscuras con los libres y con los nacionalistas y el anémico liderazgo en el que otrora fue la institución que impulsó las grandes reformas sociales del país.

La polarización impera en el país. La conflictividad se ha intensificado en extremos que ponen en dificultad las expectativas de crecimiento económico, de igualdad social y de fortalecimiento de la democracia.

¿A qué más pueden comprometerse quienes aspiran a hacerse del poder en esta empobrecida Honduras, contaminada por la corrupción y la impunidad? ¿Hacia dónde va el país: hacia el progreso o hacia el retroceso?.

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